7ª escena o acto
(Recapitulando, OFELIA, ha entrado en escena varias veces, pero HAMLET
no le da pie y le dice siempre que se vaya, puesto que no acaba nunca el
monólogo.)
Luces. Sale OFELIA a escena. Se vuelve a ir.
(Para que OFELIA pueda entrar en escena, y pueda trabajar, en este
acto HAMLET debe recitar el monólogo, de una vez por todas, a una velocidad de
vértigo, hasta perder el aliento, sin comas…)
HAMLET: (llega con aspecto agotado, caminando despacio, tira la
chaqueta sobre la silla, coge la calavera, se concentra durante mucho rato –eso
le da tiempo a descansar- y se pone a recitar de memoria y a la velocidad del
rayo, sin entonación) ¡Ser o no ser: He aquí el problema! ¿Qué es más levantado
para el espíritu: sufrir los golpes y dardos de la insultante fortuna o tomar
las armas contra un piélago de calamidades y haciéndoles frente acabar con
ellas? ¡Morir dormir no más! ¡Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del
corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la
carne! ¡He aquí un término devotamente apetecible! Morir dormir dormir tal vez
soñar! ¡Sí ahí está el obstáculo! ¡Porque es forzoso que nos detenga el
considerar qué sueños pueden sobrevivir en aquel sueño de la muerte cuando nos
hayamos librado del torbellino de la vida! (el actor toma aliento ruidosamente,
como si se fuera a sumergir en una piscina. Lo hará cada vez que sus pulmones se
lo pidan, claro) ¡He aquí la reflexión que da existencia tan larga al
infortunio! Porque ¿quién aguantaría los ultrajes y desdenes del mundo la
injuria del opresor la afrenta del soberbio las congojas del amor desairado las
tardanzas de la justicia las insolencias del poder y las vejaciones que el
paciente mérito recibe del hombre indigno cuando uno mismo podría procurar su
reposo con un simple estilete! ¿Quién querría llevar tan duras cargas gemir y
sudar bajo el peso de una vida afanosa si no fuera por el temor de un algo
después de la muerte esa ignorada región cuyos confines no vuelve a traspasar
viajero alguno temor que confunde nuestra voluntad y nos impulsa a soportar
aquellos males que nos afligen antes de lanzarnos a otros que desconocemos? Así
la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes y así los primitivos matices
de la resolución desmayan bajo los pálidos toques del pensamiento y las
empresas de mayores alientos e importancia por esa consideración tuercen su
curso y dejan de tener nombre de acción… Pero ¡silencio!… La hermosa Ofelia (ya
ahogándose el actor). Ninfa en tus plegarias acuérdate de mis pecados. ¡Puf!
(Cuando lo acaba, OFELIA entra en escena.)
(El público aplaude, los ganchos lo animan. El que más aplaude es el
amigo de Hamlet, que es el primero,o el único, que se levanta y empieza a
gritar: ¡Bravo Curro! ¡Bravo! ¡Bravo Currooo!).
(OFELIA se sienta en una silla, HAMLET hace lo propio frente a ella, y
colocan sus manos y codos sobre la mesa para comenzar el pulso. Comienza, pues,
el pulso).
OFELIA: Querido señor, ¿cómo le va a vuestra alteza después de tantos días?
(el diálogo se desarrolla entre OFELIA y HAMLET, con las voces afectadas por el
esfuerzo del pulso).
HAMLET: Mis más humildes gracias; bien, bien, bien.
OFELIA : Señor, conservo algunos recuerdos, que tiempo ha deseaba restituiros.
Os ruego que los admitáis ahora (el pulso parece que va a favor de Ofelia)
HAMLET (con esfuerzo, se recupera): No, yo no; nunca te he dado cosa alguna.
OFELIA : Mi respetable señor, sabéis muy bien que sí, y acompañando vuestras
dádivas (gañido de esfuerzo) con frases de tan dulce aliento, que las hacían
mucho más preciosas. Perdido su perfume, tomadlas de nuevo: porque para un
corazón noble, los más ricos dones tórnanse mezquinos cuando ya el donador no
muestra afecto. ¡Ahí los tenéis señor! (Ofelia está a punto de ganar.)
HAMLET: (riendo a duras penas, por el esfuerzo) ¡Ja, ja! ¿Eres honesta?
OFELIA: ¡Señor!
HAMLET: ¿Eres Hermosa?
OFELIA: ¿Qué quiere decir vuestra señoría?
HAMLET: Que si eres honesta y hermosa, tu honestidad no debiera
admitir trato con tu hermosura (ganando el pulso Hamlet, esta vez)
OFELIA: Señor, ¿podría tener la hermosura mejor comercio que con la
honestidad? (se esfuerza en recuperar su posición).
HAMLET: Evidentemente; porque el poder de la hermosura convertirá a la
honestidad en una alcahueta mucho antes que la fuerza (gañido de esfuerzo) de
la honestidad transforme a la hermosura en su semejanza. En otro tiempo, esto
era una paradoja; pero en la edad presente es cosa probada. ¡Yo te amaba antes,
Ofelia!
OFELIA: En verdad, señor, así me lo hicisteis creer (los dos iguales
en el pulso).
HAMLET: Pues no debieras haberme creído; porque la virtud no puede
injertarse en nuestro viejo tronco sin que nos quede de él algún mal resabio.
¡Yo te amaba!
OFELIA: Tanto mayor ha sido (gañido) mi decepción.
HAMLET: ¡Vete a un convento! ¿Por qué hablas de ser madre de
pecadores? (Ofelia empieza a ganar el pulso. Hamlet resiste pero la parrafada
le hace perder fuerzas.) Yo soy medianamente bueno, y, con todo, de tales cosas
podría acusarme, que más valiera que mi madre no me hubiese echado al mundo
(Hamlet se recupera un poco, gañido de esfuerzo.) Soy muy soberbio, ambicioso,
vengativo, con más pecados sobre mi cabeza que pensamientos para combatirlos,
fantasía para darles forma o tiempo para llevarlos a ejecución. ¿Por qué han de
existir individuos como yo para arrastrase entre los cielos y la tierra? Todos
somos unos bribones rematados; no te fíes de ninguno de nosotros. Vete, vete a
un convento. ¿Dónde está tu padre?
OFELIA: (desde que comienza esta frase, comienza a ganar el pulso de
nuevo) En casa señor.
HAMLET: Pues que le cierren bien las puertas (gañido), para que no
haga en ninguna parte el bobo sino en su propia casa. (Ofelia está a punto de
ganar) ¡Adiós..! (un gañido doloroso).
(¡Paf! OFELIA gana el pulso. Ambos se quedan en silencio, inmóviles
como estatuas de hielo, mirándose a los ojos con expresión agresiva. Situación
absurda. Pasa el tiempo y siguen en silencio. Se oyen los ladridos de un perro
a lo lejos. Silencio. Se oye pasar una moto, como en un ambiente urbano.
Silencio. Se oye pasar al camión de la basura -o máquina barredora-. La máquina
se va alejando. Silencio.)
Entra el director:
DIRECTOR: (aplaudiendo pausadamente) Me ha gustado mucho el pulso entre los dos
actores. ¡Muy bien! ¡Sí señor! (mira el reloj) Venga, ahora un descansito…
(Se va el director, y Hamlet saca de alguna parte un bocadillo. Ofelia se
enciende un cigarrillo, fuma un par de caladas, y tira la ceniza dentro del ojo
de la calavera. Se ponen a hablar de sus cosas, en tono intranscendental)
HAMLET. ¿Eso es una metáfora?
OFELIA: ¿Qué?
HAMLET: La ceniza en la calavera.
OFELIA: Esos son fantasmas tuyos, Hamlet. No lo he hecho queriendo. Además, ya
sabes que en la escena séptima del cuarto acto, yo me ahogo. No se puede decir
que domine la situación.
HAMLET: A mi me parece que sí. Incluso muerta.
OFELIA: Muerta para ti, Hamlet, no lo olvides. Yo sigo con mi vida y tú con la
tuya.
HAMLET: Pero, Ofelia, yo aún te quiero. ¿No podríamos olvidar esas rencillas?
Yo estoy dispuesto a renunciar a mi venganza si tú aceptas casarte conmigo.
Después nos vamos de esta maldita obra antes de que la gente empiece a morir
envenenada, y yo mate al rey Claudio.
OFELIA: Hamlet, no vives en el mundo real. Esto es una obra de teatro, una
ficción, ¿entiendes? Y no hay que mezclarla con la realidad. Un “no” es un
“no”, y punto.
HAMLET: Eres tan buena actriz, que hasta me estoy creyendo que, en realidad, no
me amas.
OFELIA: (termina el cigarrillo, y lo apaga sobre el cráneo). Sigue ensayando,
Hamlet, sigue ensayando, a ver si alguna vez la vida te sonríe y encuentras a
una pareja adecuada que aleje de ti esa melancolía y ese abatimiento que te
oprime. Yo no soy una medicina y no te quiero. Estoy aquí por el dinero. De
hecho, si hubiera sabido que eras tú el que iba a interpretar este papel me lo
hubiera pensado dos veces antes de aceptar ser Ofelia.
HAMLET: ¡Y qué voy a hacer solo, muerto mi padre!
OFELIA: Reponte de la muerte de tu padre. No sé… escucha música, sal a bailar,
drógate, ¡yo qué sé! Enamórate de otra chica. O vuelve al psiquiatra, que sé
que has dejado la medicación. Tu padre está muerto, y yo no formo parte de tu
venganza. Es absurdo. (Ofelia se queda pensativa durante unos instantes. Suena
el ulular de un búho y comienzan a oírse los grillos). En fin, me parece que
estamos perdiendo el hilo de este remake absurdo, de esta segunda parte que se
parece tanto a la primera… Segundas partes nunca fueron buenas, Hamlet. Se hace
tarde, y mañana tenemos el estreno. Me parece que me voy a dormir.
HAMLET: ¿Cuál es tu número de habitación?
OFELIA: JA, JA, JA… No te lo voy a decir.
HAMLET: ¡Por favor!
OFELIA: No insistas. Me voy a la cama. Buenas noches…
Ofelia se marcha, dejando a Hamlet solo en el escenario, mientras se
oyen los grillos. Hamlet no se acaba el bocadillo. Las luces se van apagando
lentamente… hasta la oscuridad total. Pasa un tiempo, hasta que se oye la voz
de Hamlet llamando, en las tinieblas:
HAMLET: ¿Señor Director? ¿Está ahí, señor Director? (llama a diferentes
puertas: toc, toc, toc) ¿Director? ¿Director?
(De pronto se enciende la luz de la interna del acomodador)
ACOMODADOR: ¿Qué hace todavía aquí? ¡Son las doce de la noche! ¡Yo estaba a
punto de marcharme!
HAMLET: Es que quería hablar con el Director. Sobre Ofelia. No hago buena
pareja con ella.
ACOMODADOR: Pero, qué dice. ¡Si están los dos fantásticos! Mire, yo me he
pasado la vida acomodando a la gente, y de teatro sé un buen rato. Cuando usted
y Ofelia están en escena, nadie mueve un músculo. Todo el mundo está acomodado.
Y cuando todo el mundo está acomodado es que la obra va bien.
HAMLET: No sé. Yo creo que no hay química.
ACOMODADOR: ¿Qué no hay química? No sea tontorrón, hombre, que sí que la hay.
¡Mira que decir que no hay química! ¡Estaríamos buenos! ¡Cuando usted y ella se
juntan, saltan chispas! Mire, se lo voy a explicar (se sienta en una silla, el
actor hace lo mismo). Usted tiene Fósforo, y ella Potasio.
HAMLET: No me diga.
ACOMODADOR: Pues sí le digo, como decía aquél. Cuando usted llora, sus lágrimas
son de Manganeso. En cambio ella, cuando sonríe, desborda de Calcio y de Flúor.
¿No se da cuenta?, ¡es maravilloso! El amor es tan solo química. Sus abrazos
son de Promecio, y sus miradas de Zirconio, y, a veces, cuando ustedes dos
fingen que no se ven el uno al otro, flota el Mercurio en el aire. ¡La química
es el material del que están hechas las emociones! Volframio son los amores
perdidos, Rubidio las citas furtivas y Berilio las cartas apasionadas. Titanio
la fría indiferencia y Rutenio la pasión desenfrenada. ¿Y cuando usted se
prepara para verla? ¡Sale niquelado! ¿Y cuando ella se peina y se desabrocha un
botón del escote para que usted se fije? ¡Rebosa Vanadio! ¡Es perfecto! ¡Sus
elementos encajan del todo en la tabla periódica! ¿No se da cuenta?
HAMLET: Ya. Pero me parece que de números atómicos andamos fatal.
ACOMODADOR: Yo no lo creo. Tienen ustedes los números atómicos que les
corresponden en cada momento. Además, uno no siempre va a estar tan semi-conductor.
Todos tenemos nuestros baches. En otras palabras, todos respiramos Oxígeno, más
o menos puro.
HAMLET: Ya, tiene usted razón. Debería preocuparme menos. Darme un buen baño de
H2O con espuma, y relajarme.
ACOMODADOR: Claro, hombre, claro. Y expulsar los gases nobles. En fin, que no
tiene usted nada de qué preocuparse. ¡Mande a los lantánidos y los actínidos a
la mierda, y disfrute! Ese arsénico que le envenena, ¡olvídelo! ¡Y sáquele el
cloruro sódico a la vida!
Silencio. Ambos se quedan pensativos.
ACOMODADOR: Bueno, se hace tarde, tengo que acompañarle a la salida.
El actor asiente, lentamente, coge su chaqueta y dice:
HAMLET: Gracias por sus consejos.
ACOMODADOR: (mientras se van) No ha sido nada, no ha sido nada. Podría contarle
la historia de aquella novia mía, que era cajera de cine. Ella tenía demasiado
Plomo corriendo por sus venas, era muy pesada, creía que el cine era mucho más
importante que el teatro y, bueno, además le gustaba mucho el Oro, ya sabe, y
un acomodador no gana para tanto…
La luz de la linterna se aleja, y la voz del acomodador también.
(Silencio. Poco a poco se callan los grillos. Fundido en negro.)
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8ª escena o acto. Número musical:
Canción de Hamlet
(Canción de cabaret cantada por Ofelia y los demás).
Ofelia: Hamlet,
vaya tipo, Hamlet,
un ser melancólico
según Tellenbach.
Hamlet,
vaya tipo, Hamlet,
el triste Hamlet
al psiquiatra va.
Según Biswanger
está condenado
a la catástrofe
porque sufre de delirio
y se deja llevar ¡por un destino!
(Ofelia se tapa la nariz)
Coros: Entre el polo medieval
y renacentista,
Hamlet se equivoca,
Hamlet se equivoca,
porque no es prático
y se lo toma todo de mal rollo…
(Agarrados por los brazos, y con juego de piernas sucesivo -tópico del music
hall-, hacen los coros)
Coros: Hamlet, vaya chaval,
Hamlet, el vengativo,
que ve fantasmas de su padre
y sospecha de su madre.
Ofelia: Por culpa de Dios,
Hamlet no se entera,
por culpa de Dios,
Hamlet la arma al final.
Era un genio
pero no pudo elegir
entre ser héroe
o ser poeta.
Psiquiatra: Era un buen tipo,
al fin y al cabo,
pero estaba algo
majareta.
(Música del estribillo sin letra, todos bailan)
Ofelia: ¡Oh, si el Eterno no hubiera fijado
su ley contra el suicidio!
Hamlet no habría pasado
de un par de días
(Ofelia hace como si retorciese el cuello de un pollo: ¡Cueejjj!).
Coro: (apoteósico final) Y la verdad es que estaba deprimido
estaba tan, tan, tan deprimido,
padecía una depresión clínica de tipo reactivo,
y no se medicaba,
y al final pasó
lo que tenía que pasar… (bis, y tris y cuatris)
(Se acaba la canción y mantienen una pose desordenada un momento.
Después saludan y todos se van. Fundido en negro.)
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Última escena o acto:
(Luces. El escenario está vacío, pero la mesa está engalanada con un
mantel, viandas y botellas. Se oye la música que acaban de interpretar –en el
acto anterior- de fondo, como si el escenario de verdad estuviese fuera de la
sala. Poco a poco llegan todos los actores, un poco cansados pero contentos, y
se sientan alrededor de la mesa con viandas. El director descorcha una botella
de champán. Alguien saca un cartel que pone: ¡plop!).
OFELIA: ¡El estreno ha sido un éxito de ventas!
ACOMODADOR: Hasta yo me he aburrido.
AMIGO, NOVIA Y NOVIO: (asienten) Sí, la verdad es que ha sido maravilloso
(Otro:) ¡Estupendo! (Otro:) ¡Magnífico!
NOVIA: (Se dirige al novio) ¿Y tú que no querías venir, ¿eh? Como en nuestra
boda.
HAMLET: Eso sí, podríamos haber tenido mejor público (mascando una croqueta).
Son precisamente los dos que faltan, los que se han ido. Esos eran los mejores.
ACOMODADOR: ¿Cuál de los dos públicos, el de aquí o el del estreno?
AMIGO: El del estreno, hombre, el de aquí ha estado maravilloso.
NOVIA: Buaggh.
DIRECTOR (con la boca llena): Ya sabes, al público no se le puede educar. O se
tiene gastronomía o no se tiene (todos con la boca llena).
HAMLET: Y qué falta de consideración. No tienen piedad. Se reían cruelmente de
la desgracia ajena. ¡Cuando Hamlet estaba sufriendo, ellos se reían! Es lo peor
que te puede pasar con una tragedia, un público con la risa fácil. Soy como el
tonto de la clase.
DIRECTOR: Y luego las toses, ¿A quién se le ocurre? Si estás con catarro, te
quedas en casa y punto (Todos asienten, con la boca llena). Apunta eso: en la
próxima función, todos con un certificado médico que confirme que están sanos.
Y al que venga riéndose le echas directamente.
ACOMODADOR: Le echo. No faltaba más. Aunque también podían darnos a los
acomodadores unos caramelos de menta, o unas juanolas, para repartir. Siempre
lo he dicho. Me acuerdo de que tuve una novia que…
NOVIA Y NOVIO: (interrumpen al acomodador).
NOVIA: Oye, a nosotros no nos eches, ¿eh? Que nos hemos portado bien. NOVIO:
Hemos aplaudido como locos.
HAMLET: Sí, la verdad, hay que reconocer que, TODOS os habéis portado muy bien.
(Se levanta y se dirige hacia el público real) Tú. Sí, tú. Cómo te reías, ¿eh?
Que te he visto. Y tú (dirigiéndose a otro), cuando han sonado las toses
pregrabadas te has puesto a toser también, ¿eh? (El viejo acomodador se
atraganta y se pone a toser.) ¿Lo véis? Si es que la tos es lo que tiene, que
es muy contagiosa, Je, Je, Je… y tú, tú te has estado aguantando durante un
buen rato el pis, ¿verdad? Ja, ja,ja… Como te retorcías en tu butaca. Sois
magníficos, los mejores actores que he visto en mi vida (dirigiéndose al
público en general). ¡El mejor actor: el público! (Grita. Luego se dirige a los
espectadores reales): Y vosotros que creías que aplaudíais espontáneamente,
¿eh? Pues no, majos… Aplaudíais cuando empezaban a aplaudir nuestros ganchos.
¡Es el viejo truco! Mirad (Hace una seña a los de “la claque”, que se levantan
y se ponen a aplaudir. Automáticamente, el público real les sigue la corriente
y aplaude. A un gesto de Hamlet, todos dejan de aplaudir.)
HAMLET: ¡Nunca falla! (nota: si falla, improvisar: “Anda, pues ahora no ha
salido”, y tal)
DIRECTOR (sacando la cartera): ¿En cuánto habíamos quedado?
NOVIA: Para potitos.
NOVIO: ¡Para pañales! (abraza a la novia embarazada).
DIRECTOR (dándoles el dinero): Toma y toma.
ACOMODADOR: Bueno, ahora sólo queda esperar las críticas. Yo conocí a un
crítico que…
DIRECTOR: (le interrumpe, todo el mundo interrumpe al viejo acomodador: es
costumbre) ¿Críticas? ¡Bah! Los críticos son una pandilla de envenenadores.
OFELIA: Unos resentidos.
HAMLET: Unos simples.
NOVIO: No saben reconocer el arte cuando lo ven.
NOVIA: Siempre están esperando a que metas la pata para que algo huela mal en
Dinamarca.
HAMLET Y OFELIA: Son actores frustrados.
DIRECTOR: Directores frustrados.
PSIQUIATRA: Psiquiatras frustrados.
NOVIO Y NOVIA: Público frustrado.
ACOMODADOR: Acomodadores frustrados.
AMIGO: Amigos frustrados, amigo mío.
(Siguen comiendo y bebiendo, están un poco más borrachos).
OFELIA: (A Hamlet, con la boca llena) Por cierto, disfruté mucho dándote
calabazas.
HAMLET: ¿Y ahora me darías una oportunidad? (Esperanzado).
OFELIA: No. No ha cambiado nada. ¡Ja, ja, ja! (Se le sale la comida de la
boca).
DIRECTOR: Hamlet, si quieres ligártela, deberás actuar un poco mejor.
HAMLET: ¿Cómo? ¿Me está llamando mal actor?
OFELIA: Eso parece (maligna).
HAMLET: A ver, ¿me está llamando mal actor?
DIRECTOR: Hombre, precisamente Lawrence Olivier no eres.
HAMLET: ¡Repítalo!
DIRECTOR: Que no eres Lawrence Olivier.
HAMLET: Pues eso me da igual, no quiero ser Lawrence Olivier, pero no se lo
consiento ni en broma, amigo Director. Le reto a un duelo.
NOVIO: Me ofrezco de padrino de Hamlet.
NOVIA: Pues yo seré el hada madrina del director, no faltaba más.
AMIGO: ¡Escoged las armas!
(Hamlet coge una tarta de nata de la mesa. El director hace lo propio.
Se ponen espalda contra espalda, y avanzan unos pasos. Luego se dan la vuelta,
y comienzan a andar en círculos, como si se tratase de una pelea entre fieras.
Los demás les jalean: ¡Dale fuerte! ¡Venga, que se defienda! ¡Mátale, mátale! entre
risas.)
Después de dar muchas vueltas jaleados por todos, de cambiarse la
tarta de mano, y de cruzarse varias veces como si estuvieran bailando una danza
grotesca, una coreografía salvaje, o algo así, el director es el primero en
tirar la tarta de nata (gañido de esfuerzo). Hamlet se agacha, y la esquiva.
Todos: ¡UUUUYYY!) De un brinco, del Director se abalanza sobre Hamlet y le
planta su propia tarta en la cara. Aplasta con fuerza la cara del actor, que
mueve los brazos desesperadamente y tira de los cabellos al otro, mientras
farfulla gritos incomprensibles. (Todos ríen y lanzan a los contendientes
trozos de comida, como en una orgía medieval). De poco le sirve forcejear a
Hamlet. Los otros, cuando comprenden que Hamlet está sobreactuando, dejan de gritar
y jalear la pelea. Es un momento dramático. Pasa una eternidad. Poco a poco, el
esfuerzo parece estar asfixiando al propio Director, que, después de unos
últimos pequeños espasmos, se derrumba sobre Hamlet y queda inmóvil en el
escenario. Hamlet aparta el cuerpo y se retira arrastrándose hacia un lado, sin
desembarazarse de la base de la tarta, que queda pegada a su cara, hasta que se
desprende.
Después de un silencio total, los actores empiezan a reaccionar, a
casi todos se les ha pasado la presunta borrachera. Se ponen de pie, y se
acercan al director, haciendo un corro. Un foco les ilumina a ellos y al cuerpo
del director desde arriba:
ACOMODADOR: ¡Hala! ¡Qué bruto! A ése no va a hacer falta acomodarle
nunca más. Ya está muy cómodo. Eso me recuerda a una novia mía que se sentó…
PSIQUIATRA: (interrumpe al acomodador. El psiquiatra es el único que sigue
borracho y tambaleándose) Tenía que suceder. “Si toda tragedia es mímesis
(imitación, reproducción) de la vida, ésta no es una copia vil sino recreación
autónoma -es decir, con autonomía de vuelo- de lo real destinada a descubrir
sus leyes desconocidas, intrínsecas e inevitables”, como decía Aristóteles.
Hamlet es una criatura enigmáticamente sorprendente y contradictoria
(Widersprüchlichkeit) sobre todo bajo los efectos del alcohol y otras drogas.
OFELIA: ¡Joder, la que hemos armado! ¿Y ahora qué hacemos? Qué mal rollo, ¿no?
Bueno, en fin, digo que esto debería ser un mal rollo, ji, ji, ji (traviesa).
AMIGO (nervioso): ¡Lo último, llamar a la policía! Primero a los bomberos.
NOVIA: ¿Ves como en el teatro pasan cosas interesantes? Nunca hubiera dicho que
una tarta de nata pudiera matar. Esto es un influjo de la antigua
posmodernidad, o de la transvanguardia, o del grupo pánico -¡brrr!- estoy
segura.
NOVIO: De verdad, yo al principio no quería venir, pero desde ahora me lo voy a
pensar dos veces. Esto es mejor que una película. Qué cara se le ha quedado al
pobre. A éste no le gustaba mucho el dulce, ¿eh?
ACOMODADOR: No. El director era de carne… y hueso. Chuletones y esas cosas.
Nunca tomaba postre (Quita la base de la tarta y limpia los rastros de nata de
la cara del Director, enciende la linterna y apunta hacia la cara,
examinándola. Luego apaga de nuevo la linterna, y se la coloca en el cinto).
HAMLET (se pone en pie con dificultad): ¡Anda, pues me lo he cargado! (Se lleva
las manos a la cabeza, despeinándose, tirándose de los pelos, es el único que
parece muy preocupado, al borde de la desesperación.) No, si era mi destino
(gimotea, un poco aturdido). No pasa una sola representación sin que me cargue
a alguien. El otro día, sin querer, le di una patada a la escalera de un
electricista…
OFELIA (le interrumpe): No seas bobo, Hamlet (le acaricia el pelo revuelto, se
rechupetea los dedos). Eso le puede pasar a cualquiera. Además, es sólo el
director. Bah. ¿Qué papel tenía en al obra? ¡Era un personaje plano! ¡Como un
mapa! ¡Sólo ha salido en una escena, diciendo unas pocas bobadas para
justificar su presencia entre nosotros! Los actores hemos sobrevivido, hemos encontrado
un amigo. ¿Para qué nos hace falta un director?
AMIGO: ¡Para nada, en definitiva! ¡Es el fin!
NOVIA: Es simplemente una imagen corporativa.
NOVIO: Solamente un… cantamañanas. ¿Cantaba por las mañanas? Pobrecito…
PSIQUIATRA: (muy borracho) Yo propongo alterar el inestable equilibrio entre el
deber y el querer transformándolo en un conflicto externo, minimizando las
consecuencias de este accidente (se tira un eructo). Así pues, podemos
continuar nuestras investigaciones trasladando al plano etílico la antigua
culpa heredada frente a unas cervezas en el bar. ¡Matemos al barman!
NOVIO: ¡Eso, venga, vamos a matar al barman, que aquí ya no podemos hacer nada!
¡Que “lo que permanece, lo fundan los poetas”, como dijo el bardo.
HAMLET: ¡Pero… acabo de asesinar a una persona!
OFELIA: Ya será menos, Hamlet… Te das demasiada importancia.
PSIQUIATRA: ¡No! ¡Es la guerra!
HAMLET: Pero es que yo no quería… sinqueriendo. ¡Oh, dioses del Averno! (y
luego, dirigiéndose al público) ¡Relatad, amigos míos, la historia de mi
infortunio, que lo sepa toda la humanidad! ¡Pensad que soy tan sólo un hombre
que nada pudo hacer frente a su destino!
TODOS (al unísono): ¡¡Hamlet por favor!! ¡¡Cállate!!
HAMLET: (Cambiando inmediatamente de tono, y peinándose un poco) Bueno, vale,
ya me callo. Pero sólo porque mis palabras tienen copyright.
TODOS: Venga vámonos ya. (Otro:) Sí, vámonos, aquí no hay nada que ver. (Otro:)
Venga. (Otro:) ¡El director… ha muerto!
ACOMODADOR: Esperad, que enciendo la linterna… (les muestra el camino).
(Se van todos siguiendo al acomodador, medio hablando, medio
berreando, comentando los sucesos, y reflexionando sobre cómo justificar la
extraña muerte (diremos que se cayó por un pasillo y fue a parar a unas
escaleras, que era amante de JFK, que se ha muerto porque ha querido, que se ha
muerto porque no ha querido a nadie, que le ha matado Hamlet, y no tú).
Oscuridad en el plató, escenario o lo que sea.
Minutos más tarde, el acomodador vuelve e ilumina el cuerpo del director con su
“luciérnaga”.
Empieza a sonar una música medieval de ángeles, como de Tedeum.
Durante unos minutos, la gente cree que ha acabado la obra, pero, de pronto, un
rayón en el disco (efecto especial: rayo), como si alguien hubiera empujado la
aguja con el dedo, detiene la música de golpe.
Segundos más tarde, se levanta un brazo del director, tembloroso, como
si buscase la luz en un último estertor. El público cree que incluso el
director ha podido resucitar, pero el brazo vuelve a caer y queda en la postura
original.
(Comienza otra música medieval, ahora de fiesta, y esta vez es el
final de verdad. El director se levanta para bailar una danza medieval de
primavera a la que todos los actores acuden, bailando en círculos.)
Enrique Mochales Mijan. Hamlet va al psiquiatra.